Crónica de un Aviador

Así que tomé mis cartas, mis letras, boté mis miedos, arranqué mis temores y me fui al taller del aviador. Él me enseñó cómo se hacían aviones de acero, aviones de hierro, aviones de oro; pero un avión de papel para dos era una novedad. Trabajamos incansablemente buscando la manera de juntar las letras de mis poemas, hasta que al fin lo logramos. Este hombre sabio y anciano de años me dijo que lo más importante para volar este avión era tener el corazón lleno de esperanza, no necesita combustible, solo que no se acabe la esperanza en el corazón del aviador.
Enfrentado grandes vientos, aterrorizado por los chillidos agudos de las inclementes nubes, la lluvia no cesa y el avión tremola en medio de la tormenta. Todo atisbaba diáfano esta mañana al despegar, todo pintaba bien; pero son cambiantes los tiempos, como cambiante es tu temperamento, son inesperados, impetuosos, irreverentes, rebeldes, sin causa, como tú. Atrasose mi vuelo por tener sujeta mi alma a la tuya, por prender mi corazón a una esperanza perdida, a una utopía sencilla pero viva...

Cuando quise tener libertad para amar la vida, te encontré allí sentada, desolada y sin consuelo. Quise volar contigo y por buscar la manera de hacerte feliz aprendí a fabricar barcos y quise ir a navegar y no fuiste conmigo, pues al asomarnos a la playa viva, te distraíste con los cangrejos, con los crustáceos y te importó poco lo que yo había hecho. Quise hacerte una bici y la hice para dos, pero te dormiste cuando íbamos al fin del mundo con Dios.

Entonces me dije en el corazón, "Amigo, tienes que hacer un avión". Le temía a las alturas, a las aventuras, a lo nuevo y alocado, le temía a las estrellas, al fuego de ellas, que me quemaran cuando me colgara de su casa. No tenía ni idea cómo hacer un avión, y como no tenía dinero, reuní tocas las cartas que te había escrito, pero que nunca leíste, - a lo mejor así las buscaras atractivas de leer.
Vine a ti, muy contento, vine lleno de esperanza, te invité  a un paseo, me gasté un cuarto de mi combustible rogándote que me acompañaras, pero al fin la inesperada y caprichosa niña, capricho de mi corazón, aceptó la invitación. Se subió con desconfianza, solo le pedí esperanza, ella me ignoró, iniciamos el viaje juntos y solo yo tenía lo que a ella le pedía.
Cuando estábamos en lo alto, ella se admiró de las alturas, pero tuvo miedo como nunca, en vez de observar mis letras al rededor del avión, criticaba los tachones, borrones y demás.
En fin no escuchaste mis latidos, confuso elevando el avión cayeron rayos y mucha lluvia no como de romance sino de aflicción, se me despintó el corazón del verde precioso, estaba vaciándose cada vez un poco más.
No soportó tantos golpes, este avión solo tenía un piloto porque el otro ignoró la oportunidad, pero golpeose fuerte ella también, aquel avión cayó como papel empapado de lágrimas negras, mi corazón voló en mil pedazos, tú caíste como sobre plumas, yo caí en las piedras de la soledad y la indiferencia.
Hice un avión de papel, de cartas de amor y su combustible era la esperanza, pero no me dio más, cuando la copiloto ignoró ese viaje a las estrellas, al ocaso, al bostezo de la madrugada, a las gradas del arco iris  al fin del mundo, al amor...
...te hablo desde el cielo no soporté el golpe de tu indiferencia, me mató el vacío que se me hizo en el corazón, un hueco del tamaño de la luna en el alma. tan vacío me sentí, que al ver que avión estaba estrellado y mi ser vacío, solo me deje arrastrar por el fango de mis tristezas retomadas y agudizadas. 

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