El
silencio como refugio de libertad en La
Ceiba de la Memoria de Roberto Burgos Cantor
Fabián Alberto
Prada Naranjo
La Ceiba de la Memoria es la última novela publicada por
el escritor Roberto Burgos Cantor, en la que se presenta una polifonía de voces
que configuran distintas épocas hilvanadas por el renuente tema de la
esclavitud. Pero no se halla en la novela un formato aburrido y frío. Al
contrario Roberto Burgos logra narrar de manera envolvente las cuatro partes
que constituyen la novela. Y lo hace a través de la memoria. Esta novela es muy
bien escrita, su narrativa es fluida y rica, atrapa en cada descripción ya sea
de algún lugar o de alguna difícil y dolorosa situación o una alivio
inexplicable. Como cuando la novela narra el padecimiento de Alonso Sandoval
que sufre la peste:
La piel se irá
cubriendo con los chorros de un gris verdoso-sanguinolento. Y fétido. Las
encías habrán comenzado a deshacerse en una podredumbre invasiva que le
dificultará tomar los alimentos por el dolor y la contaminación. No lo
abandonarán la calentura maligna y el desaliento. Cada día hablará menos (…) Le
repugnará el movimiento de la lengua que tropezará con muelas flojas, dientes
que se caerán, pedazos de encías en descomposición, y le costará mucho
escupirlos. A veces se los tragará, a pesar de Usted, y un estremecimiento de
asco le causará suplicios en las articulaciones y escozor en el cuero
cabelludo. (BURGOS, 2007, p.29)
Con esta
estrategia narrativa parecida a las descripciones de Alejo Carpentier en sus
obras más ilustres, envuelve Roberto Burgos al lector en una historia llena de
precisiones fundamentales que configuran la época de la esclavitud del negro y
de los padecimientos de muchos integrantes de la sociedad de blancos que llegan
a América y los negros traen como esclavos a su servicio. Así estas
descripciones a través de la palabra escueta y sin eufemismos favorece la
lectura de la novela. Las condiciones
en que viajaban Alonso y Pedro Claver eran producto de su trabajo a diferencia
de las condiciones en que son obligados los negros y negras a viajar. A ellos
los arrumaban en un compartimiento oscuro y húmedo, sin letrinas ni
ventilación, más que un pequeño escoyo por donde recibían una miseria de
alimento diario. Estas eran las condiciones en que viajaron los negros:
La infección de
las llagas por la marca de la propiedad en el pecho, en el brazo izquierdo, en
el derecho, el agusanamiento de los cadáveres cuya piel se había empezado a
apergaminar en vida, las huellas de las lágrimas agotadas que habían marcado un
cauce de sal blancuzca en los rostros amargados. (2007, p.32)
Esta
característica narrativa embellece y da un gran valor literario y lingüístico a
esta obra (orgullosamente) colombiana. Pero esta característica no es la única
razón por la cual la novela es sublime. Existe un elemento de fondo que permea
toda la obra, y es la razón de esta estrategia de usar las palabras con gran
maestría. Este es la memoria. A través de la memoria no solamente se rememoran
situaciones del pasado y de la historia, sino que también le da forma a la obra
completa. La novela propone 4 partes, cada una ejerce una función definida y
complementaria. No obstante las ideas y de las voces que narran la novela
tienen un orden particular que obedece a la forma como pensamos. Los
pensamientos no vienen en orden a nuestra mente, la memoria encuentra recuerdos
en el baúl del pasado más o menos cercano sin planear con qué suceso se deba
encontrar y en algún orden planeado. Este acto de pensamiento le da forma a la
novela. Así lo plantea Yuly Martínez:
La memoria, uno
de los temas que sobresalen durante la experiencia de lectura de la novela, se
encuentra presente desde el título y se extiende a toda la obra, con incidencia
tanto en el ámbito estructural y formal, como en la dinámica de los personajes
y la trama. (2012, p.3)
Es
realmente importante destacar esta característica de la novela de Roberto
Burgos Cantor. La memoria no es solamente el elemento temático sino que permea
la forma misma de la novela. Pues la presenta tal y como actúa la memoria, que parte
del presente de alguien, y pasa a un recuerdo del pasado lejano o próximo y lo
relaciona con otro recuerdo por el tema, por algún personaje, o algún tópico y
llega a otro hasta regresar al momento presente del que piensa. Así Roberto
Burgos embasta la historia a través de las voces de varios personajes de manera
maestra. Hace uso del acto de hacer memoria para organizar la novela. Ella
ubica las voces como así sucede con la memoria. Se ubica en un suceso de
partida, que trae a colación otro y así el siguiente, hasta hacer caer en
cuenta del presente de quien desarrolla este acto de pensamiento. Estos
mecanismos narrativos propician una fragmentariedad y variedad de tiempos y
espacios en la novela. Martínez lo asume así:
La variedad de
mecanismos narrativos en La ceiba de la memoria propicia fragmentariedad
y multiplicidad del tiempo y espacio de la narración, lo cual se refleja en las
intervenciones de las voces de los personajes y el narrador omnisciente. Estos
se apropian de la palabra para vagar en sus recuerdos y conciencias a su
antojo, provocando rupturas y desequilibrios en el intento de dar orden o
secuencialidad a la construcción narrativa de la novela. (2012, p.9)
Ahora
bien, las múltiples voces sustentan la construcción de un espacio en el Caribe
y se perfilan desde la época en que los esclavos fueron traídos a América para
convertirlos en esclavos, y es en el presente de Thomas Bledsoe donde aún se
rememora este acontecimiento que reconstruye esa época de ese pasado histórico.
En así como la novela narra a través de siete voces una historia del pasado con
incidencia en el presente narrativo. Además logra enlazar esas voces entre los
mismos personajes. Como lo observa Cristo Rafael Figueroa:
Así, los cuestionamientos
conceptuales de Bledsoe, frente al esclavismo perpetuado, establecen vínculos
con el progresismo y la tolerancia de Dominica de Orellana ante los negros; los
conflictos teológicos del padre Sandoval dialogan con las convicciones
silenciadas de San Pedro Claver, y el resentimiento incrustado en el lamento de
Analia se transforma en discurso activista a través de la voz de Benkos, el a
culturado no pasivo que afirma la necesidad de fundar los palenques como forma
de resistencia histórica y social. (2009, p.146)
Entonces
las voces se enlazan para construir la historia de la novela, la historia de la
esclavitud, de cómo trajeron los negros a Cartagena y los intentaron moldear
por sometimiento a una cultura blanca. Pese a ello, hay voces liberadas, son
voces que retumban en los pensamientos y hacen eco en la narración.
Cabe
destacar que el fenómeno de sincretismo presente en América enriquece el Caribe
con la cultura del negro africano, pues esta es basta y extensa. El negro se
trae del África sus costumbres, su música, sus creencias en muchos dioses, el
gusto de su cocina, y algo fundamental: la lengua. La lengua le permite a esta
raza fiera y resistente soportar las inclemencias de las décadas de esclavitud,
bajo el yugo opresor del blanco. Y alrededor de una lengua que le grita al Mundo
Nuevo (América) sus lamentos y le canta a sus dioses tan lejanos sus plegarias.
Pero la lengua y la cultura misma del negro se guarnecen en el silencio. A
través de Benkos Biohó se vislumbra esa siembra del lenguaje en esta tierra
nueva y con Analia Tu-Bari denota la sabiduría de los negros en el conocimiento
de América que se hace su tierra por albergar esta toda su vida.
Entonces
todas estas voces que narran la novela se hallan entre lo que se dice y lo no
dicho. Lo que se dice es evidente al oído, lo que no se dice es prohibido y
esconde más que palabras. Así es que el silencio en la novela juega un papel
fundamental. Pues el silencio define las voces de los personajes, pero también definen
una época y distintas comunidades. Me refiero a las voces de Analia Tu-Bari,
Dominica de Orellana, Benkos Biohó, Pedro Claver, Alonso de Sandoval, Thomas Bledsoe
y el narrador omnisciente. Estas voces se mueven entre lo que se dice y lo que
no se dice, que develan lo evidente y esconden detrás del silencio esa
literatura de la que habla Elisa Block,
Forma parte del
pacto literario: las tensiones del texto se establecen entre un discurso
autorizado, pero que se reserva el misterio, y un discurso prohibido: la
lectura, el descubrimiento, la revelación que no llega a verbalizarse. Entre un
discurso y un silencio ocurre la literatura. (Block, 1994, p.215)
Eso
prohibido es lo que nos deja saborear la novela. Las pasiones que encarnan el
alma pura del negro, del blanco. Negro o blanco, el silencio produce profundas
heridas en el alma del oprimido. En ese sentido, tanto los negros Analia
Tu-Bari y Benkos Biohó sufren como Dominica y Pedro Claver, que son blanco. La
opresión lastima sus almas, no los deja ser libres, no los deja gritar.
Por
eso a cada voz le importa el silencio, es más, es este el que configura los
valores esenciales de cada personaje en representación de un pueblo, un género
o una raza. Para este ensayo trabajo la voz de Analia Tu-Bari y la de Benkos
Biohó principalmente. La de Pedro Claver y la de Dominica de Orellana solo hago
algunas menciones. Pero me enfoco los dos primero porque son voces que tras el
silencio urden sus deseos más profundos de libertad. Esto no es posible sin la
opresión. Esta opresión hilvana a estos 4 personajes en un entramado al que el
destino los arroja. Por supuesto que las demás voces son definitivamente
importantes, pero asumo estas voces por ser estas las que apoyan la idea misma
del silencio como escudo ante la opresión y refugio de libertad.
En
efecto, definimos el silencio como la respuesta a una opresión. En el caso de La Ceiba de la Memoria el silencio
funciona como escudo ante la opresión que se convierte o define como
esclavitud. La definición que nos ofrece Block en su Retórica del Silencio se ajusta a esta búsqueda,
La
renuncia a hablar, el silencio como único pronunciamiento, son formas de
resistencia que limitan peligrosamente con la abstención, la indiferencia, la
desaparición, un dejar de decir que
puede entenderse como un dejar de hacer.
(Block, 1994, p.17 - 18)
Por
tanto, entendemos el silencio en cada personaje como fundamento que construye
su valor en la historia de la novela y es el silencio el elemento que disfraza
una intención manifiesta en el desarrollo mismo de la novela. Esta estrategia
se presenta en toda la novela. Inicialmente la novela nos muestra a cada
personaje refugiado en el silencio o en el grito, pero estas dos características
varían con la intención de cada personaje y los acontecimientos que sufren.
Todo esto es ocasionado por la opresión, la esclavitud, la obligación a llevar
una vida que no se desea llevar, que no se escoge llevar ni vivir, pero que
asumen bajo el silencio, no por respeto sino por irreverencia y con la firme esperanza
de un día las cosas cambiar.
Este
es el caso de Analia Tu-Bari usa el silencio, al arribar a América, en
respuesta al horror. Su mente no piensa más que en cómo la usurparon, cómo la
arrancaron de sus tierras, de sus olores y sabores, de sus raíces ancladas a
una tierra sagrada alimentada de oro y sal. Siempre recuerda cómo fue
arrebatada de su vida como a un animal de su hábitat.
Cuándo vine.
Cuándo. Yo no vine. Me trajeron. A la fuerza. Peor que prisionera. Sin mi
voluntad. Arrastrada. Me arrancaron. Me empezaron a matar. Mis palabras las
perdí. Se escondieron en el silencio. O quisieron quedarse. Como se quedaron
los ríos. Los árboles. La tierra. Los bosques. La hierba. Los animales. El
león. El elefante. El conejo. El buey. (p.35)
Analia
Tu-Bari se refugia en el silencio. Sus palabras
se escondieron en el silencio. El horror de sentirse arrebatada de todo lo
que es su vida la silencia, le cierra la boca y sus palabras se desgajan en el
más hondo y doloroso silencio. En toda la novel a Analia Tu-Bari recuerda y
repite aquellos acontecimientos que la arrancaron de su tierra. Así esta
repetición favorece la memoria como estrategia de conservar de dónde viene y en
dónde están sus raíces.
Ahora bien, la
condición dirigida o consciente del ejercicio de la memoria tiene lugar en los
momentos en los que se pretende hacer uso de los recuerdos para no permitir que
hechos o circunstancias del pasado caigan en el olvido. Usualmente se hace uso
de la repetición a fin de lograr una permanencia significativa del recuerdo.
Con respecto a este concepto guiado de la memoria, resulta pertinente resaltar
que la correspondencia (2012, p.10)
Martínez
nos propone que el uso de la repetición obedece al deseo de lograr una
significación en el recuerdo. Así Analia Tu-Bari rememora siempre ese suceso
que le arrebata su origen. Más no los expresa con su boca. No son las palabras
las que construyen su historia. Es cómplice el silencio de sus pensamientos de
añoranza y deseos de su tierra natal. Es tras el silencio que se esconde el
grito más profundo de libertad, se esconden las oraciones a sus dioses y los
tambores rimbombantes.
Para
Analia Tu-Bari el silencio es muerte. Inicialmente el silencio esconde el grito
de libertad. El silencio es muerte porque los blancos se llevan de ella su cuerpo,
mas su esencia se queda en África. Y esta esencia se recrea una y otra vez en
la memoria de Analia Tu-Bari. Lo que la llena de esperanza y añoranza día tras
día. Este recuerdo de su tierra y sus antepasados son los que no la dejan
morir. El silencio para someterse y no ser castigada físicamente. Este silencio
que provoca rabia en Analia, la cual nunca había conocido.
En los primeros castigos por cantar la
rabia me amarraba la boca. La rabia me ponía cadenas en la lengua. Una espuma
gruesa llenaba la garganta y se endurecía como lienzo viejo. Yo no conocía la
rabia. Antes conocí el miedo. Y después la rabia. Allá no. De allá conservo el
amor y el llanto. La tristeza y la risa. Rabia no. La rabia es un veneno con el
que me enfermaron acá. (p.35-36)
Siente
rabia por primera vez en América. Como si en África hubiera vivido años puros y
naturales del ser, pero al llegar al Nuevo Mundo se envenena con sentimientos
completamente desconocidos. Ahora tiene una razón por la cual seguir adelante y
el mismo silencio que la calla, la fortalece. Pues decide no rendirse ante
tanto sufrimiento y esclavitud, por causa de la fuerza que le dan sus
antepasados. No obstante el dolor y el sufrimiento insisten en calar en su
memoria el momento en que es arrebatada de su tierra.
Analia
Tu-Bari también rompe el silencio. Le arrebatan su esencia y lo que conserva de
ella son los recuerdo, su lengua y su nombre. Su nombre es su fortaleza para no
dejar del todo sus orígenes. Su nombre es la herencia de sus antepasados y la
marca inherente de su existencia. Pero no grita aunque quisiera porque su
refugio es el silencio. Aunque más tarde Analia Tu-Bari pierde la vista, ve más
de lo que puede con sus ojos. Ella no se rinde como muchos. Ella siente un
impulso que rompe el silencio.
En el momento
que Analia Tu-Bari ya no vio más nada distinto que las tinieblas que la
separaban de una parte de la tierra y sintió el deseo de dejar de comer y
esperaba morirse como hicieron algunos de la aldea al no encontrar los caminos
y el monte con nieve y el río y los antepasados, conoció una fuerza imperiosa y
nueva. Ese impulso la llevó a cantar. (p.160)
Este
impulso de vivir es tan fuerte que rompe el silencio que toda la vida usó para
esconder su deseo de libertad. Ella se refugia ahora en sus cantos. El silencio
sigue siendo su cómplice, pues ahora ciega, para por desapercibida por muchos
en la ciudad. Los soldados ven a Analia Tu-Bari como una esclava anciana y
ciega, no la ven como ninguna amenaza.
Anciana
Analia reconoce los sabores, las texturas, los olores, los ruidos, reconoce los
caminos, las esquinas y emprende un reconocimiento por toda la ciudad.
Cartagena es mapeada por sus manos, es palpada en detalle.
El tacto se le
volvió más ansioso, menos tímido. Reconocía, al pasar los dedos, la tersura de
los tomates, las huellas leves de la sal en la corteza lisa, el punto de
madurez. (…) Sobaba los tallos de canela olorosos y secos. Hundía las manos en
los cestos planos llenos hasta el borde de pepas de ají. (…) Le bastaba oír las
voces para reconocer el corazón (…) Ella no decía todo lo que oía por temor a
que la acusaran de bruja. (p.162)
Su
ceguera la hace más sabia. Tiene en su memoria el mapa de la ciudad entera,
salvo algunos lugares inexplorados. Conoce mejor que nadie la ciudad y lo que
produce sus tierras y sus mares. Analia Tu-Bari es sabia. La sabiduría
ancestral con que el negro conoce su tierra. Aunque fue desgarrada de Guinea,
Cartagena no es nada ajena a ella. Su tierra y sus mares salados e impetuosos
no son tierra extraña. Esa tierra de blancos es la tierra testigo de sus penas
y su silencio. Ese que la hace sabia y la hace una con esa tierra extraña del
Nuevo Mundo. El silencio es cómplice de ella.
No
así Benkos Biohó. Él grita hasta el cansancio. Grita desde que fue arrebatado
de Cabo Verde hasta morir. Y sus gritos no son manifestaciones de perdición y
sin sentido. Lo que Benkos Biohó busca con su grito es libertad. Es conservar
su lengua y con ella su mundo en medio de este Nuevo Mundo al que lo trajeron.
Esta sentencia la da él mismo en sus pensamientos silenciosos.
Gritar. Mi grito
se abrirá camino entre las otras lenguas, será entendido, fecundará a las otras
palabras, tendrá un lugar donde se podrá cantar y bailar, pintar y hacer
máscaras, lucir los collares de protección de los dioses, sacrificar las
gallinas rojas y las gallinas blancas a Oyá Yansá, recuperar el hilo que nos
hace parte de un mundo al que pertenecemos, del que somos y que ahora con mi
grito se fundirá con éste. (p.48)
El
grito es la expresión de su desesperación. Grito que se opone al silencio de
Analia Tu-Bari, pero tiene un objetivo similar. Dentro del proceso de
asimilación de una cultura nueva, un mundo completamente nuevo, la novela asume
dos posiciones opuestas: la primera es la actitud de Analia Tu-Bari. Ella se
somete y calla, no grita, no impreca, no dice. La segunda es la posición de
Benkos Biohó. Él grita desde que es sometido, durante el viaje a América, en el
descargue al Caribe. Y grita para no olvidar su lengua pues como dice “El dolor
despoja de fuerza y de poder a las palabras. Mis palabras. Las que repito una y
otra vez para que no huyan, para que no se hagan invisibles.” (p.47) Así grita
hasta lograr liberarse de los blancos. No logra la libertad. La libertad la
arrebata el blanco cuando lo aleja de su tierra africana y le impone un límite
imposible de atravesar, que produce miedo y desconcierto. No obstante, Benkos
logra emanciparse del blanco con el grito y penetra la cultura del blanco con
su cultura arrancada del África. Benkos da origen al grito de libertad. En
cambio Ana tu-Bari es fiel esclava de los blancos, y desde el interior de sus
familias se hace fuerte en sabiduría y conocedora de la ciudad más que
cualquier blanco. Ella se refugia en el silencio de no decir nada, pero tras de
él esconde sus deseos vivos de libertad. Es decir que son dos caminos que
finalmente rescatan la cultura del blanco en el negro y del negro en el blanco.
En Analia la cultura blanca la permea y penetra su cultura. En Benkos la
cultura negra se fortalece y penetra al blanco. De tal manera, Benkos se
fortalece y afirma con el grito. Aunque no haya alguna articulación coherente
que emita un sonido con significación, detrás de este sonido hay un fuerte
significado.
todo lo que se quiere decir se puede decir (…) “todo
lo que se puede querer significar puede ser dicho”: cualquier intención, por
“inconfesable” que sea, puede hacerse explícita dentro de los marcos de una
lengua dada pero, a pesar de eso, ninguna explicitez llega a agotar lo que
quiere decir; por el contrario, ella misma formula una nueva intención. (Block,
1994, p.211)
Esta
definición soporta la validez del grito en Benkos. Benkos grita para permanecer
y no olvidar. Benkos rompe el silencio que opone al ruido. Pero ese grito en
ausencia de palabra o lenguaje inteligible guarda un silencio.
Mis palabras
separadas de aquello que nombran, de la tierra a la que nos pertenecemos y con
la cual somos un mundo de armonías, arruinan su virtud, se quedan vacías.
Grito. Mis palabras sabían atraer la lluvia. Mis palabras sanaban. Espantaban
la enfermedad. Mis palabras asustaban al león. (p.46)
Él
calla en su grito sus furtivas intenciones de libertad. Lo dicho para Benkos Biohó
es indecible. Es indecible porque sus palabras hablan de su mundo no del Nuevo
Mundo. Ese mundo es desconocido y no se ajusta a las palabras a los dichos de
la lengua de Benkos Biohó. Él provoca grandes brechas en el poder del blanco y funda
los palenques y apoya a los cimarrones, que son aquellos negros sublevados de
sus amos.
Benkos Biohó
es quizá uno de los personajes más representativos de la novela, puesto que el
discurso emitido por su voz y conciencia está cargado de una intensidad que
causa cierta conmoción y sobresalto en el lector, además del ímpetu transgresor
que acompaña cada uno de sus movimientos y acciones dentro del relato. (2012,
p.12)
Entonces aunque
Benkos Biohó “termina ahorcado por las
autoridades, su grito dolorido y libertario desestabiliza la autoridad blanca y
secretamente abre brechas en el poder que, luego de su resistencia, no podrá
ser el mismo” (2009, p.145).
Por otro lado, el
silencio también tiene una connotación fundamental en la caracterización de
otros personajes. Por ejemplo, el silencio tras el que se entretejen las ideas
de libertad y los razonamientos de Dominica Orellana. Aquellos en que se
tomarían para esa época como trasgresores de la sociedad. A ver uno de estos
razonamientos en que deseaba enviar una carta a la Reina pensaba,
Pensaba que si
el Rey viudo hubiera venido a visitar sus tierras nuevas y a controlar a sus
representantes que solo estaban atentos al oro y a enriquecerse, quizás hubiera
sido subyugado por la belleza de estas mujeres. (p.76)
Para ella los
esclavos son personas como los balncos, no animales o cosas que se compran y se
venden. Su convicción es tal que exige a su esposo que no compren más esclavos,
solamente Malemba la acompaña como esclava por un tiempo y aunque ella le otorga
la libertad, la negra la acompaña durante años y se hace cómplice de Dominica
en actos mucho más trasgresores que sus lecturas
prohibidas, como sus relaciones
sexuales con un negro.
También
el padre Pedro Claver es un personaje bastante polémico. Él es enviado a
América a curar a los enfermos y a evangelizar la palabra, a confesar los
pecados y a dar santas unciones a los moribundos. Inicialmente el lector sabe
que esa es su función y vocación. Pero no es tan devoto ni tan misericordioso,
ni tan desinteresado como aparenta. Este hombre cura a los enfermos, enseña la
palabra, confiesa los pecados de los negros, los bautiza y luego los vende. Se
convierte en traficante de negros. Él lo hace sin miramientos, no carga su
conciencia con falsos remordimientos, no estima su mal comportamiento. Antes
bien, describe a Dios como el sumo silencio. El silencio para Pedro Claver es
el mismo Dios. Silencio absoluto. Él es siervo de Dios, dice, pero no lo conoce
y prefiere no cuestionar su existencia, prefiere vivir conforme con lo que ve y
dejar lo que no conoce en el más infinito silencio. El silencio es Dios para
Pedro Claver. Dios, el silencio de la ignorancia y la incredulidad. Aunque es
servidor de la Iglesia, él cuestiona todos los procederes de la misma. No
entiende cómo es enviado a morir al pie de los negros. Por esto mismo se hace
traficante de ellos. Es amigo de ellos también. Intenta enseñar de su único
dios, aprende de los muchos dioses africanos, aprende muchas lenguas africanas,
aunque desea evitarlo. Aunque intente someter al negro a ese silencio que lo
desespera y lo envuelve en el más profundo conformismo. Para Pedro Claver el silencio es Dios. Pero
ese silencio es un reclamo, es un intento callado de saber justicia, ese
silencio es aquel de no saber la verdadera verdad. El silencio de alguien que
no sabe si existe. El silencio de un ser que siente lejano de sí mismo. El
silencio para Pedro Claver es la única manifestación cercana a Dios. Pero
también es su refugio, para no ser señalado ni cuestionado por sus acciones
reprovchables.
En resumen, el
silencio sirve de fortaleza y refugio de las ideas de libertad de cada
personaje. Estos se perfilan y se dibujan bajo la opresión y esclavitud (más
evidente en unos que en otros) que despierta en ellos la necesidad de guarnecer
sus fervientes deseos de libertad. La opresión del negro por el blanco, de la
sociedad contra la mujer blanca (Dominica) o de la Iglesia contra sus siervos y
religiosos.
Por tanto, el
silencio es el refugio de una libertad que brota desde el mismo momento en que
se oprime al negro, a la mujer blanca, al religioso devoto y de buenas
intenciones. Es a través del silencio expresado en mudez o en grito indecible como
el negro logra sobrevivir en un Mundo Nuevo y ajeno, muy lejano de sus raíces
profundas y ancestrales. Casi que estos atisbos de libertad son los genes de la
independencia, que más adelante se manifiesta, en la historia, con un grito
contundente y veraz. Pero esta insinuación
se presta para analizar sendas más profundas de nuestra historia. ¿Será
el silencio y el grito del negro el que trae al criollo, años más tarde, a
exigir la libertad? Vale la pena explorarlo.
Bibliografía
BLOCK
DE BEHAR, Lisa. 1994. Una retórica del silencio.
Funciones del lector y procedimientos de la lectura literaria. México: Siglo
Veintiuno Editores, s. a. de c. v.
BURGOS CANTOR,
Roberto. 2007. La ceiba de la memoria. Bogotá: Editorial Seix Barral.
SÁNCHEZ FIGUEROA,
Cristo Rafael. 2009. La ceiba de la memoria de Roberto Burgos Cantor:
perspectivismo neobarroco, acceso a la memoria histórica e incertidumbres de la
escritura. Barranquilla. Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica
Nº9.
MARTÍNEZ SÁNCHEZ,
Yuly Paola. 2012. El devenir de la escritura, memoria y conciencia histórica en
La ceiba de la memoria. Tesis presentada como requisito para Magister en
Estudios Literarios. Universidad Nacional. Consultado en la web [5 de abril de
2013, 10:00 pm] en: www.bdigital.unal.edu.co/7799/1/848090.2012.pdf
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