Quiero compartir mi visión de la literatura. El tiempo moldeará los quehaceres del crítico.
Domingo de trabajo
LA POESÍA DE LUIS PALÉS MATOS, UNA EXALTACIÓN A LA IDENTIDAD ANTILLANA
Tomado de la web en: Seguir |
“Vienen las palabras de un lugar no situado en el tiempo
de los relojes y van a algún paraje de lo eterno,
por lo que, a diferencia de la conversación,
no las usamos sino que nos hacemos unos
con su ser” (García, 2001, p. 9)
Luis Palés Matos es un poeta puertorriqueño reconocido como un de los más importantes exponentes de la poesía antillana, junto a Luis Lloréns Torres, quien se anticipa a Palés en su trabajo de temas negristas e intenta acercarse a la identidad del ser antillano. No obstante con Palés Matos la poesía puertorriqueña asume un papel modernista de exaltación a la raza boricua y en general al pueblo antillano. La obra palesiana es un entramado, una red temática que cumple una función social, y que burla, ironiza, satiriza la raza blanca frente a la identidad caribeña. Así Palés exalta y elogia al negro, al ser antillano, su música, sus costumbres, su comida, su tierra santa y negra como las negras de Guayama, dulce como la caña, suave como la brisa del mar, abrumadoramente bella como un amanecer caribeño. Y todo esto en función de destacar el palpitante arraigo africano caribeño de las Antillas, que es la inminente herencia del africano en las islas. Es así como sus obras “expresan (…) una misma preocupación por todos compartida: la realidad de la libertad en un sistema racional…” (2001, p. 5), que es una función esencial en la poesía según nos dice el señor Jaime García Maffla.
De hecho es inevitable sentirse atraído por tan sublime manera como Palés Matos siente a su gente, su idiosincrasia, su ser antillano, tanto así como lo expresan González y Mansour en su libro “Poesía negra en América”,
Con la poesía de Palés, con su descubrimiento de nuestra afroantillanidad esencial, nació en mí la conciencia de mi mestizaje y el orgullo de mi identificación con lo que otro poeta antillano llamó sin vana hipérbole "la raza augusta". (1976, p.9)
Ese sentimiento que apropia Palés Matos a su poesía devela la gran maestría con que se funde con las palabras, con que se hace uno con la poesía, con su creación, que deja derramar su corazón, su alma en esas combinaciones que enredan multicolores temas alrededor del ser antillano bajo las más bellas expresiones culturales de la cultura africana. La poesía de Luis Palés se hace una con él mismo, otra característica del poeta consagrado, “la poesía es la misma alma del hombre, que está hecha a la vez de armonía y disidencia con el mundo…” (García M., 2001, p.7).
Cómo hacer crispetas: Maíz pira, aceite y sal al gusto.
No miento cuando digo que hacer crispetas es todo un arte. Si viven en Colombia o Latinoamérica quizás no haya problemas en conseguir el "maíz pira". Es el elemento fundamental. También se necesita aceite y sal al gusto.
¿Cómo las preparo yo?
Primero pongo a calentar aceite en una olla a fuego medio. Recomiendo una olla y no cacerola porque en esta última se pegan las crispetas.
Luego que está caliente el aceite echo el maíz sobre el aceite caliente. Inmediatamente le bajo el nivel del fuego, le pongo fuego lento. Cuando suena la primera crispeta estallar, le empiezo a subir al fuego, paulatinamente. Así hago hasta que dejan de sonar. Sacudo al olla un poco, la dejo unos 5 segundos más y listo. Pongo dentro de un tazón la crispeta y pongo sal al gusto.
También se pueden combinar con chocolate caliente al bañomaría, lo esparce por la crispeta lista en el tazón y queda deliciosa. Sin sal ¿no? También puede combinar con miel. O si quiere algo más atrevido: limón y sal.
¿Cómo las preparo yo?
Primero pongo a calentar aceite en una olla a fuego medio. Recomiendo una olla y no cacerola porque en esta última se pegan las crispetas.
Luego que está caliente el aceite echo el maíz sobre el aceite caliente. Inmediatamente le bajo el nivel del fuego, le pongo fuego lento. Cuando suena la primera crispeta estallar, le empiezo a subir al fuego, paulatinamente. Así hago hasta que dejan de sonar. Sacudo al olla un poco, la dejo unos 5 segundos más y listo. Pongo dentro de un tazón la crispeta y pongo sal al gusto.
También se pueden combinar con chocolate caliente al bañomaría, lo esparce por la crispeta lista en el tazón y queda deliciosa. Sin sal ¿no? También puede combinar con miel. O si quiere algo más atrevido: limón y sal.
El lavador de baños
Todo los
días me suena así, ese tremendo ruido retumba mis oídos y me despierta e un lampazo.
En fin. Ya me dirijo al colegio, otra vez, al colegio. Qué más, no tengo algún
otro trabajo, solamente puedo, mientras en la UIS no me den otros horarios, trabajar
de lo que salga. Rápidamente desayuné Milo con pan y huevos revueltos, Salí
corriendo, ya eran las 5:45 y yo debo estar a las 6:00 en punto allá. Fui a la parada
ligero, crucé la mojada calle dos cuadras debajo de la virgen de la trinidad, porque
más arriba no me para y al cabo de 5 eternos minutos pasó Panorama, iba
desocupada, solamente ocupaban dos asientos, un celador pegado a la ventana
escurriendo saliva por entre la quijada, otro atrás una ancianita vestida de
verde oscuro con un canasto de hace mercado y un escapulario de madera en el
cuello. Yo me senté por ahí y me fui mirando las calles mojadas, la tarde y noche
anterior había llovido tremendamente, en el colegio tocó que los muchachos se
fueran para las casa porque el agua se metía por las ventanas, el viento recio
arrastraba las hojas, se mojaron varios libros de la biblioteca, se juagaron
los equipos de sonido de la emisora escolar, todos corríamos a cubrir con bolsas
de basura las cosas, el rector estaba empapado tratando de cuadrar una teja que
se corrió que da hacia su oficina, en fin, muchos destrozos había y el viento
era implacable e inevitable, se movían los árboles tremendamente, hasta cayó
una rama gruesa sobre el salón de los de tercerito. Cuando me di cuenta ya la
buseta va en la treinta con Condorito, la panadería y pastelería más antigua de
la cumbre. Me quedé ahí, subí por la cuadra de la segunda plaza, hacia donde queda
el tanque de la cumbre, al pie de la Iglesia, y llegué al colegio, al glorioso Gonzalo
Jiménez Navas. Aún se sentía una brisa fría y tenebrosa, parecían las 4 de la
mañana, la madrugada estaba muy oscura, las nubes muy malgeniadas, hacía tanto
frío eran ya las 6:20 y aún el sol se arropaba sin dejar ver ni un cabello. Yo
me dispuse a mi trabajo, no de profesor, no, por ahora me ofrecieron el trabajo
de lavar los baños, lavaba el de los chinos y el de las peladas también. Uno
siempre empieza por lo más duro, por eso empiezo siempre con el de los pela ’os.
Me puse las botas, el delantal de plástico reforzado, la gorra, los guantes y
cogí mis armas: trapero, escoba, bolsas, jabón y bláncox. Lavé ese pútrido
baño, olía a berrinche, no parecía baño de jóvenes sino de borrachos
guaraperos, qué asco de lugar, y para variar por las intensas lluvias le había
entrado barro por entre las tejas, se había partido una teja en la esquinita y
el piso estaba bien embarrado. Me eché hasta las 10 haciéndole aseo solo al de los
chinos, ni modo a ellos les tocó aguantarse porque así nadie entra. Les tocó ir
al de profesores, eso hacían cola. Todavía hacía mucho frío, no se veían
claramente los cabellos del sol, aún se cubría la cara, de repente tronó durísimo,
y seguían los vientos, parecía un cuento de Poe…
Me
dispuse a lavar los baños de niñas, extrañamente estaba el cable trozado,
porque no había candados, a lo mejor al tormenta, pensé sin convencerme pero lo
ignore y seguí. Esos baños estaban peor, apenas abrí la puerta se sintió un vaho
moral, asfixiante, como que todos los peores olores se habían puesto de acuerdo
para estar en el preciso momento en que yo abriera. Salí un minuto y volví a
entrar, ya me acostumbraría. Estaba lúgubremente oscuro ese lugar, había que
lavar espejos, paredes, pisos, pero primero fui a las letrinas (primero lo peor).
El olor era aún extraño, y algo hiso ruido de repente, seguramente algún ratón
por ahí atorado. Cuando entré al baño más escondido, el del fondo, me pareció
ver un trapo oscuro arrugado, me extrañé, me acerqué y el olor era extraño,
olía a mal aliento de madrugada, como a sangre, como a mujer en sus días, no
sé, pero con mi mano puesto el guante alargué eso que se veía regado el suelo,
era como viscoso y tropecé con una tijera como con sangre, ahí estaba, aún
movía sus manitas, era una criaturita, como un muñequito, como un perrito
recién nacido, estaba rojo, y aún se movía, grité, salí corriendo, me espanté,
volví a entrar y sí, sí era, un pequeño feto estaba en la taza de uno de esos horrorosos
baños, como pude tomé esa cosita tan
pequeña, tan frágil tan endeble, la envolví en las toallas limpias de secarse
las manos y corrí a la enfermería, no sabía qué hace, la enfermera me miró y se
asustó más que yo, nerviosa llamó al portero para que nos abriera, corrimos a
la calle cerca al cai, luego hacia el tanque, al frente queda el centro de
salud, me recibieron la criaturita, la tomaron y a entraron a una camilla, le
dieron los primero auxilios, ya estaba ahogándose.
Cuando caímos
en la cuenta, nos miramos Mariela (la enfermera) y yo como diciéndonos ¿y la
mamá? Así que ella se quedó y yo regresé al colegio para hablar con el rector,
con mucha discreción. Hacía tanto frío que en el momento de la situación nadie
notó eso, solamente el portero y la secretaria del rector que estaba tomándose
una partilla para la migraña. Hablé con el rector, indagamos con sigilo acerca
de la posible mamá. A eso de las 10 de la mañana, nos contó el vigilante, una jovencita
de noveno había salido con un muchacho de gorra, y las mechas largas, diciendo
que era el hermano y que venía por ella que estaba enferma, como él la vio tan
mal, los dejó salir.
Al otro
día Angélica María no vino a estudiar, la vieron salir del Colegio con un pelao
de gorra, tomaron un taxi y nadie supo más. La pequeñita ya está bien, ya tiene
5 meses, era prematura de 7 pero sobrevivió pese a todo.
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