Domingo de trabajo


Otra vez llegué tarde y lo peor es que ya me da pena dar mis excusas, sean verdad o no ya no me creen, yo pienso que ellos no lo entienden a uno, el uno pone mil cosas por un lado, el otro exige que traguemos libro, la otra que hagamos un video, con diapositivas, fotograma, análisis pedagógico etc., esta situación es muy extenuante. Una de esas noches trajinadas que yo padecía en el trabajo como planchero-armador-mesero-mensajero en la 60, tenía un trabajote de Didáctica I qué hacer, lo peor era que no tenía con quién hacerme, pues como no tenía tiempo de reunirme todos me hacían a un lado, incluso los más allegados, los que uno piensa que serán un apoyo. Esa noche estaba desesperado y la esposa de mi jefe no estaba esa noche porque se enfermó otra vez de asma, entonces me tocaba también sacar la gaseosa de la nevera así acalorado, mientras él traía los pedidos, cobraba y limpiaba mesas. Donde yo trabajaba, en las comidas rápidas la 60, es un punto muy bueno, queda en los semáforos, y va mucha gente a comer, ya el lugar es famoso en la comuna.

   

Esa tarde empecé temprano a trabajar eran las 4 y ya yo tenía todo listo tomate milano, cebolla en grillé, el pan de hamburguesas y de perros, las salchichas en el baño maría, los fogones prendidos, la plancha limpia y lista, el aceite cambiado y renovado. Hasta tenía los chorizos del chori-papa en bolsitas para que me rindiera. Entonces me puse a leer un poco mientras llegaba alguno a comprar. Era quincena y domingo y ya eran las 5 y nada que llegaba la gente, como raro. Pasaban los buses, cuando eso pasaban más rutas y no había metro-línea, todo era mejor. Incluso pasó mi tía Lola, que vive en al cumbre, y me echó un grito, la saludé con mucho ánimo también (hacía rato no la veía).
Como a eso de las 5:35, empezó a llegar la gente, primero eran 3, 3 hamburguesas, una sin cebolla, otra con cebolla cruda, y la otra con todo, menos piña. En fin esos pedidos eran tremendos, mi jefe no apuntaba jamás bien, me hacía quedar mal y a veces ni atendía  al gente por ponerse a hablar con las viejas tetonas que pasaban por ahí. Llegaron 4 más, pidieron dos perros americanos, sin cebolla, y dos chori-papas, con queso gratinado y tomate milano en cuadritos, salsas y cebolla en cuadritos.
Así trascurrió la noche, muy ajustada para mí, ya a las 10 me dolían mucho los pies,  la espalda, estaba vuelto nada. Aun así tuve que seguir. Ya era medianoche y nada que comía algo, no podía si no me lo cobraban. La gente comía, y a veces se acercaban para echarme el vainazo que les hice mal el pedido, pero era mero “gadejo”, hay gente así.
Listo se acabó el pan y la papa francesa, luego no hay más trabajo, era la 1:30 e la mañana. Antes de irme limpié la plancha, colé los aceites, limpié todo el carro, eché lo que quedaba de legumbres a la nevera, las salchichas al congelador, la pasa también guardé. Esperaba mi paga, como es normal, pero este “man” me sale con que no puede pagarme hoy porque tenía que pagar la cuota de la moto del hijo adolescente que no hace nada, solo exprimirlos, chuparles la sangre a punta de vagancia.
Me tocó aceptar si no pierdo el empleo. Me fui para la casa, desde ahí me queda cerca a Villaluz, pero era muy tarde (o mejor temprano), entonces me fui al trote, llegué a la casa, no me pude bañar, nunca lo hago, estaba lleno de grana, la cara empañada de aceite, las maños perchadas de manipular los alimentos, las gafas también estaban empañadas, solamente me pasé una toallita seca por el cuerpo, no podía hacer nada más. Empecé a leer y leer y leer a Joan Ferrés, hasta que me quedé dormido. No supe sino hasta el otro día, la gente ya se oía por ahí  y los carros también, me levanté asustado, eran las 9 de la mañana, me fui a bañar, me eché agua encima nada más, salí rápido a mi pieza y me cambié con lo primero que vi. Corrí a la cocina me comí una arepa que había por ahí y me fu. Me subí en la ruta 41. Me quedé profundo en el bus, cabeceé, quedé varias veces con la jeta abierta (la gente solo se reía), cuando caí en la cuenta estaba en la 24, otra veza correr, timbré y bajé rápido y corrí a entrar por la 25, no había leído nada y tenía que participar. Pasé por detrás del colegio Santander, por donde huele hediondísimo a heces humanas, ya llegué tarde, pensé, eran las 10:40, ya qué, pero bueno seguí, no me van a creer que estaba trabajando, pensé, otra vez lo mismo. Al llegar al portón estaba cerrado, solo había un celador por ahí y me preguntó que para dónde iba y le dije arrogantemente, -voy para clases- Y me contestó –Hoy es festivo-.

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